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25 de octubre de 2007

San José.
Ciudad (In)Posible…

Dlia Mc Donald Woolery
I


Mi ciudad, se va perdiendo en una nube tornasol, de recuerdos ajenos y propios olvidos en el quicio de la puerta… ante ella soy como un clavo herrumbrado y tosferico, entrando sin asco ni miedo dentro de la madera podrida de los años: al sur es más larga que ancha, más triste que lejana al norte. De enero a junio, rodeada de cerros azules al oeste, y en el este el lacónico rugido de los barrios cercanos, subiendo por la avenida central desaparecida mucho antes que el Palace, El Rex o, el Capri

II

Ciudad Prohibida, ahora abandonada, triste y malhumorada (y no maloliente) para muchos lo que no recuerdan el ojo reticular y redondo del viejo Almacén de La Alambra, ni el piadoso Monte de Piedad de la Catedral Metropolitana, antiguos murmullos, casas asomándose ya tímidas y festivas, ya gitanas y jadeantes por entre calles larguiruchas cedidas por un mejor modo de vivir. Olvidaron el olor verde, musgo centenario aflorando las orquídeas del Ojo de Buey, eucalipto y bambú, encalando el fosforescente canto de las guacamayas, y las aves volando sobre nuestras cabezas en circulo hasta perderse tras la mancha dejada por las Calico Morpho, y Piccho Caretto, saltándose las vallas de las casas, o el play frente a la Vitalia Madrigal…

III

San José, ciudad críptica y analítica. Aderezo de pictogramas, claroscuros y festones, corredores biselados, mosaicos y adoquines, cubriendo un piso de tierra pequeño y fugaz, deslenguando los cinco sentidos que todo animal reconoce por mero instinto de sobrevivencia. Entonces, Yo era una niña con ojos de ciega vieja, y mis ojos identificaban al vuelo el milagro de la luz y el color que vuelven después de muchos, muchos años de ausencia. Por eso, reconozco la herida sangrante, cruz de calles, curvas laberínticas mecidas sobre enjambres de frutas, terciopelo de hormigas y cajas estibadas entre vendedores y pastores de rebaños infantiles, las medias sucias y rotas de las pocas trabajadoras de la calle que como novicias beatas, iban tras el blanco porte, cabeza erguida y firme porte de cola que las llevaba a la vista de la oficina de enfermedades de transmisión sexual que estaba junto al JoJo, y el guayaba tropical, jugo de melcochas, recién abierta a la jauría de los mercados, el Borbón, Central y el Telar Los Leones, formando el trípode por donde resbalaba el Paso de La Vaca, siguiendo el corte unicelular de aquellas mujeres de barriga redonda esperando a los hombres que venían de la zona roja en busca del pan nuestro de cada día, con la citadina costumbre de atravesar la línea purpúrea de las cuarterías de los alrededores de El Hotel España, la correntada de compradores y vendedores, mientras el ulular secreto de la mirada agazapada y locuaz del Almacén LA GRANJA, cubría el amén de la esperanza


IV

San José. Correo sin reloj, la mano cansada de estar en alto, de Juan Rafael Mora, aquietando el remolino de palomas, pintando los hombros de los no pocos que iniciaban la faena del mercado con la manigueta de bolsa, los chayotes y la fruta para el domingo, ya no es igual. Ahora, es una mancha ocre, corona de puntillas doricas, mirando despectivas y chismosas la espalda salobre del parque, donde La tienda Simón, en la calle segunda, frente al Banco Negro, inicia la recuenta de las tiendas, zapaterías y sombrearías dispuestas a renglón seguido de la tienda LA GLORIA, la MIL COLORES, y la sastrería para caballeros de la MAINIERI ARONNE; esquina con La UNIVERSAL en sentido contrario a LEHMANN, mientras de uno en uno, la peonada pasa al frente, sin apenas notar el cambio del día

V

Mi ciudad envejeció como el Fantasma de Canterville, arrastrando cadenas, sonidos, olores, colores y sensaciones por los cascos vacíos de los cafetines cercanos a LA PERLA, LAS COPAS, BILLY BOY, EL MELICO SALAZAR. De Manolo’s a Chelles, cien metros de muescas y retazos, paredes construyendo lentamente los La Iglesia del Carmen, la Pagaduría Nacional, el primer Instituto Nacional de Seguros, LA YACUNA, entre muchos otros, ha cambiado muchas veces de piel. A la derecha siguiendo hacia LA CAJA DEL SEGURO SOCIAL, las paredes con avioncitos alternos de ladrillo

VI

Leyenda Urbana, es mi ciudad; las cuencas dispersas del muestrario de casas antiguas y las procesiones de Semana Santa, nunca serán iguales a las que engarzadas en la sorbetera melancólica del edificio KNÖR, apoyaban la luz, chispa, bruma y susto, siempre eterna de la calle central y primera, a donde corríamos a tomar el bus… misma esquina, mismo oficio, un perro abandona el ocio de su pata rota, pespunteando el resto de las memorias en retrospectiva, en donde en la misma esquina y oficio dos trozos de tela tirados asemejan el cuerpo de los vagabundos de entonces, Muñeca, Azulito, Cayunco, Pico de Oro, Yegua Loca, Prior Rodríguez, repasando de reojo las enciclopedias de telas y baratijas de las tiendas de los polacos. La calle sigue, beige y gris hasta que saltan las tuberías ya romas y circenses, ya punteadas y gritonas de la FIRESTONE, calle lateral, a la derecha del Pasaje Jiménez, las botellas entrando y saliendo de la COCA COLA, donde pasábamos algunos minutos viendo el llenar de las botellas enanas y acinturadas; en ese entonces a unos pasos de la CANADA DRY, que igual a la otra, subía y bajaba los ejes ya romos y, cedulantes despertando el duende anidado en el almacén La Opera, donde mama compraba el sencillo de tela para la enana escolar. El callejón cercano, quemaba el vaho azul de las calles despeñando olor a boñiga y pasto seco, y al final de la calle LA FOSFORERA EL AGUILA, cerraba el paso a la boca calle de MELCOCHAS LA ESTRELLA


VII

Mi ciudad, es un sueño dormido en los ojos… ¿Quién no recuerda el FRONTON, las casas paralelas al eco de las paredes subiendo por la bola de hule, el café con leche y un poco de crema batida en el techo del Archivo Nacional, la nave espacial donde se hacían piscinas camino a Desamparados, el primer Templo Chino, el TEATRO LA CARPA, con sus colores de pez flotando en el agua, el amontonamiento de luciérnagas y purrujas en el Parque Central, y el paso anguloso de los paseos dominicales?... nosotros que nos quisimos tanto, sonaba lento por fuera de los establecimientos que exhibían el letrero: se prohíben las escenas amorosas de cualquier tipo. De La Catedral al Registro Civil, hoy convertido en mercado permanente de Semana Santa, calle 6, avs. 7 y 8, casa 648, frente al Redondel paradas de buses y bazares, el Templo Bíblico abría sus puertas a la fe, y al frente el Almacén de la Garza, cuya repostería lograr agrietar los bolsillos de la boca de más de uno...
Ciudad de anuncios y giroscopios multicolores; donde la caligrafía blanca y fluorescente de la COCA COLA, girando en lo alto de la Avenida Central, me enseñó mi primer lectura, en letras brillantes en el horizonte de la noche como una estrella más?...
Mi ciudad.
Tardes grises, verde en ocasiones, el Amón en una esquina y el Puente Chino en la otra, (Por debajo pasábamos después del Sunday School, rayando el brazo de la Biblioteca Carmen Lyra) atrás el dulce llover de los años devolviendo la memoria…
Mi ciudad tenía muchos parques, no estas casas derruidas por el concreto del progreso y siempre será mi ciudad…

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