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10 de julio de 2005

Platillo chino
Ye shangsiao niujin si

En días pasados, andaba con el antojo de comer carne, se me hacía agua la boca de pensar en unos tacos de la Roma, con su salsita roja bien picante acompañado de unas cebollitas con limón y sal, sueños guajiros, sin embargo me armé de valor para experimentar nuevos sabores, me fui al restaurante chino más cercano y me aventuré a pedir carne de res, digo me aventuré porque en muchas ocasiones me he llevado chascos que me han dejado sin comer porque simplemente no me apetecen y otros de plano no me gustan. Cual fue mi maravillosa sorpresa cuando vi que la mesera me trajo una vianda con colores y sabores mexicanos, nada menos que un plato picante, con cebolla y perejil, su aroma abriría el apetito de cualquiera, en si tenía un sabor verdaderamente exquisito. Así que me volví aficionada al plato y hasta conseguí la receta, por cierto nada complicada y con un poco de magia seremos la alegría del festín.
Los ingredientes son sencillos y fáciles de conseguir, ajo, cebolla, champiñones, pimiento, y carne de res para asar cortada en tiritas, perejil y chile seco (una especie de tabasco, sirve muy bien el chile de árbol seco, el piquín y ese rojo pequeñito que es muy común en Chiapas y Tabasco). Ya los tienes en la mesa, pues manos a la obra.

En un sartén grande (le hago caso a los grandes), ponemos aceite suficiente, cuando está caliente le agregamos cinco dientes de ajo pelados y cortados en cuadritos junto con los champiñones y una pizca de sal, apenas una sofreída y los sacamos, en el mismo aceite metemos de manera muy rápida una cebolla picada, un pimiento cortado en tiritas y siete chiles estos enteros sin partir, darle menos que una sofreída, una vuelta rápida y sacarlo del sartén, en el mismo aceite ponemos al fuego medio kilo de carne de res en tiritas, un poco de sal en cruz, lo movemos y agregamos un manojo de perejil picado en trozos del tamaño de las tiritas, siempre hay mover la pala par que no se pegue y cuando vemos que la carne comienza a estar en su punto, agregamos todos los ingredientes sofritos y los revolvemos bien, un minuto más al fuego y tu platillo estará listo.
En China se acompañaría con arroz blanco, en México con tortillas hace un buen taco, en España será una Excelente tapa. Disfruten el aroma del plato y degústenlo. Quedarán satisfechos y felices.

3 de julio de 2005

De masajes

Hubo una vez un masajista famoso, sus manos eran presencia divina, comenzaba por danzar sus manos por tu cabello, acomodándolo hacia atrás mientras intentabas relajarte en la camilla, parecía despeinarlo y ponerlo cuidadosamente, como en un descuido de manera ordenada para que no jugara con tu rostro, cerrabas los ojos y sus manos, expertas en estos avatares presionaban tu frente y giraban los dedos sobre ella hasta tus sienes donde parecían querer atravesarte para sacar tus ideas y luego relajarse con tu rostro tocando sus huellas dactilares la orilla de tus labios.
Tu cuerpo comenzaba a relajarse, a estremecerse.
Tu piel estaba sumida en el asombro.
Eras agua.
Estabas apenas apenada o temerosa o disfrutabas cuado danzaba entre tu cara haciendo círculos en tus ojos y llevando sus manos a tu cuello donde parecía detenerse el tiempo e imaginabas sus manos queriendo ir más abajo y te tocaba con fuerza el cuello encajando sus manos en la espesura de tu cabello para clavar sus manos entre tu nuca, tu nuca adolorida al primer roce tus espalda agolpada de tensiones, el placer se convertía en una especie de martirio necesario.
Querías que sus manos fueran suaves.
Sentir placer y no dolor
Deseabas no haber salido de tu casa.
Curiosamente después del dolor podías apreciar su mano más libre entre tu cuello, sentir como los nudos se habían disuelto y te entraban ganas de llorar, te sentías desamparada, como si te hubieran quitado alguna máscara.
Entonces, en aquella desnudez que da un respiro, su mano toco el pabellón de mis oídos, casi diría que los besaba pero eran sus dedos atravesando los umbrales de los pliegues, hurgando en ellos como ninguna lengua, ninguna voz, ningunos labios.
Eres agua
agua que gime en su silencio
sudas
te avergüenza el deseo en medio de un masaje
al contrario quisieras tener fuerza
incorporarte y comenzar la lucha.
Sus manos regresan a tu rostro lo tocan hasta llegar a tu cuello, entonces él se mueve sin dejar de tocarte, te toma una mano, un brazo y continúa escarbando en tus dolores, quieres salir corriendo su mano decidida cuando va de tu hombro hacia la mano, parece tocar golpes de algún momento, moretones, cada punto que toca te hace daño. Placer dolor.
Y al paso de minutos que se te han hecho horas, sus manos parecen dos ágiles hormigas por tu brazo y se detienen en tu mano a caminar sobre tu mano y al pulgar a tocar tu palma y al índice, del índice al meñique del meñique a las caricias que pareces dejar correr en tu imaginario. de pronto se detiene un cada una de tus uñas y luego te toma con fuerza la muñeca unos segundos que te hacen sentir esposada y líquida y con sus uñas atraviesa tu palma hasta los dedos y la sangre parece subir hasta su punta con un calor que te consume todo el brazo.
Quieres que nunca deje de tocarte.
Eres un ave que vuela al paraíso.
El otro brazo se deja sin recelo hacer lo mismo. Te toca el cuello con movimientos circulares baja a tus costillas hasta tu ombligo y sus manos parecen penetrarlo hurgan en tu pasado sus dedos danzan sobre tu vientre y no puedes contener un quejido placentero cuando baja por tusa caderas y presiona sobre tus huesos púbicos una y otra vez, tienes espasmos.
Estás completamente derretida eres agua, el placer hace que no controles tu deseo.
Atizan el fuego sus manos que bajan por tu entrepierna, es el placer tan fuerte que la excitación te hace apartar de manera instintiva las piernas, te relaja y lo dejas seguir, el te sabe agua, te dice que te relajes que grites si lo quieres, dejas escapar e repente algunos quejidos de placer que se acaban cuando otra vez toca unos puntos que te hacen estallar un poco en el dolor, al lado de los muslos, en la rodilla izquierda que parece destemplada al contacto y al tocar todos tus golpes de aquellas patadas de niña en la espinilla, quieres gritar pues parece que se han acumulado tus caídas. Y otra vez de pubis al tobillo con la piel relajada después de aquel dolor y otra vez el temblor en tu cuerpo.
La espalda. Dolor. Círculos sobre la columna. Placer sus manos llegas a tus caderas a huesito donde nacen tus nalgas. Te ha recorrido hasta la punta de los pies, te ha lavado los pies con agua de té, los ha secado con una toalla, te ha dado té dragón y puesto música, te ha puesto los calcetines y acercado tu ropa, cuando sales lo miras enamorada acaso de sus manos, de sus brazos rotundos, te vistes lentamente, quisieras llevártelo a tu cama, imaginas a tu pareja con esas artimañas, es invierno, con tu enorme abrigo y la bufanda puesta quisieras volver a desnudarte, a ponerte la bata y continuar el juego. En eso una empleada del lugar abre la puerta, te pregunta si quieres más té y te preparas a salir para enfrentar tu soledad entre las calles grises de Beijing.

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