4 de noviembre de 2004
Era un verano en que las milpas rebosaban de elotes. Descubriamos el placer bajo la sombra de un ahuuete que apenas tomaba forma de árbol, era un sentirse agusto y sonriendo mientras nuestras manos apenas se tocaban y buscábamos el beso con la curiosodad temerosa que se tiene al descubrir algo nuevo. Recuerdo que sellamos el beso grabándo nuestras iniciales en la corteza delgada, mientras tanto en la cancha de fútbol nuestros amigos corrían tras la pelota buscando anotar un gol. Era la época de los apodos y el grilo, que además de guapo era un exelente deportista era el suspiro de mis amigas. A mi no me importaba el juego en ese momento, teníamos nuestro propia forma de encender las sonrisas y los rubores, aún tecuerdo tu boca deliciosamente roja después del beso y esa pequeña cicatriz redonda en tu labio inferior, y tus enormes manos tímidas en mi cintura, aún suenan tus pasos por mi calle en busca de la noche, éramos el azar y camino.
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