21 de noviembre de 2004
Hoy caminé despacio en los jardines del Templo del cielo, caminé imaginando los pasos de los Chinos que cargaban al emperador rumbo a la pagoda central, la pagoda redonda desde donde escribía junto con los poetas, astrónomos, historiadores, escribanos, pintores y sabios el calendario lunar, ese calendario que decía cuales eran las mejores horas del día, los días en que convenía hacer negocios y casarse. Hoy mis pasos subieron escalones que alguna vez fueron soñados por las dinastias chinas, por la Quing que cambió la forma del recinto para hcerla circular, tal como ahora se muestra a través de los siglos. Mis pasos eran ligeros, flotaban entre las hojas naranjas del otoño que son la lfombra con que recibe el Templo a sus visitantes, hoy la luna sonreía creciendo lentamente, el cielo milagrosamente despejao dejó ver una estrella fugaz, pedí el deseo, ese deso que todos tenemos escondido en la punta de los labios, ese deseo de ser gacela o luciernaga o sueño. Hoy fui una niña corriendo alegremente entre pagodas solitarias, entre la lanoche que llegaba con su oscuridad prematura de las cinco y media de la tarde, pero la luna con su cuerno de abundancia iluminaba mis pasos hasta el canto alegre de los ancianos chinos, hasta el canto que inundaba de musica los jardines y los labios. Hoy caminé sin prisas sintiendo cada uno de mis pasos.
Beijin 2004
Beijin 2004
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